ISABEL RUBIO | Tungsteno
Cada ciudadano de la Unión Europea produce de media 475 kilogramos de basura al año, según los últimos datos publicados por Statista. En total, la cantidad total de residuos generados en este territorio ascendió a 2.503 millones de toneladas en 2014. Una buena gestión de estos desechos es clave para reducir su impacto negativo en el medio ambiente y la sociedad. Por ello, cada vez surgen más iniciativas para transformar la basura en materiales con una nueva vida útil, por ejemplo, en el campo de la construcción.
Es el caso de los residuos orgánicos. Un tercio del total de comida producida en el mundo para el consumo humano termina en la basura, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Esta proporción supone un desperdicio de 1.300 millones de toneladas de alimentos al año. El centro tecnológico aragonés Aitiip es una de las entidades que tratan de luchar contra esta pérdida. Coordina el proyecto europeo BARBARA, que tiene como objetivo desarrollar nuevos materiales biobasados a partir de residuos alimentarios aplicables en sectores industriales como los de automoción y construcción.
Con esta iniciativa, que cuenta con un presupuesto de 2,7 millones de euros y está financiada por la UE, se busca fabricar prototipos como tiradores de puertas, frentes de salpicaderos de coches y uniones de vigas a partir de residuos de vegetales y frutos como zanahorias, almendras y granadas o maíz. Los materiales, creados mediante técnicas avanzadas de impresión en 3D y bioplásticos, tendrán propiedades innovadoras como resistencia térmica, mejoras estéticas, texturas agradables o fragancias personalizadas.
Frente al MoMA PS21 en Long Island City (Nueva York) se alza la torre Mushroom, la más alta del mundo construida a partir de hongos. Crédito: Creators.
Biocompuestos en la construcción
Algunos de los residuos orgánicos que tradicionalmente han sido dejados en vertederos, plantas de compostaje o incinerados, ya son utilizados en el sector de la construcción, tal y como señala el informe The Urban Bio-Loop: Growing, Making and Regenerating, elaborado por Arup. Esta consultora de diseño, planificación e ingeniería ha participado en proyectos que lo demuestran. SolarLeaf, por ejemplo, es el primer sistema de fachadas en el mundo que cultiva microalgas y genera calor y biomasa. Arup también ha contribuido en la construcción en 2014 de la torre Mushroom, el primer ejemplo de una estructura —aunque temporal— hecha utilizando hongos como materiales base, y en la fabricación de BioBuild, el primer panel de fachadas autosuficiente fabricado con materiales biocompuestos.
Pero también se usan ya, por ejemplo, las cáscaras de cacahuetes para fabricar materiales de bajo coste y resistentes a la humedad útiles para suelos, techos paredes o muebles.O los frutos y las hojas de los plátanos para obtener textiles resistentes valiosos, por ejemplo, para la creación de alfombras. Hasta la piel de las patatas se puede lavar, prensar y secar para crear un material ligero, aislante térmico y absorbente acústico.
La guerra contra los desechos alcanza a gobiernos y a empresas, que buscan reducir su uso y promover su reciclaje en nuevos materiales. Crédito: Bas Emmen.
Gestión de residuos inorgánicos
Pero aún queda mucho por hacer. Además de los desechos orgánicos, los residuos inorgánicos también pueden ser aprovechados para crear materiales de construcción. El desarrollo de nuevas técnicas de producción puede ayudar a la gestión de estos desechos. Por ejemplo, la producción del acero normalmente consume grandes cantidades de coque u otros tipo de carbón, lo que conlleva un fuerte impacto ambiental.
La investigadora india Veena Sahajwalla encontró en 2005 la solución: el acero "verde". Desarrolló un método de fabricación que aprovecha residuos reciclables como gomas y plásticos en sustitución del carbono y permite así reducir las emisiones de CO2. La gran productora internacional de acero Liberty utiliza esta técnica conocida como Tecnología de Inyección de Polímeros y fabrica acero a partir de neumáticos de coche antiguos. El objetivo final de todas estas iniciativas es alejarse de la filosofía de “coger, usar y tirar”, ya que si todos los desechos fueran reutilizados, el concepto de basura desaparecería.
La gestión de desechos inorgánicos, por tanto, se ha convertido en otro de los grandes desafíos para los gobiernos. De hecho, antes de convertirse en basura, los residuos han sido materias primas en cuyos procesos de extracción se han invertido grandes cantidades de energía y agua. El sector de la construcción consume una considerable cuantía de materias primas. Solo en 2014, esta industria utilizó en Reino Unido alrededor del 60% de las materias primas disponibles, según el portal especializado en noticias de construcción PBC Today. El mismo sector generó alrededor del 30% del total de residuos producidos en la Unión Europea, tal y como explica la Comisión Europea.
El problema del plástico es un ejemplo de estos desafíos. Cada vez más gobiernos adoptan medidas para combatir esta lacra. El Parlamento Europeo ha aprobado vetar la venta de pajitas, bastoncillos y cubiertos de un solo uso. Además, múltiples países, entre ellos España, se plantean la prohibición de las bolsas de plástico. También hay firmas de moda que combaten el problema recogiendo y reutilizando botellas y otros productos de plástico del mar. Por ejemplo, Sea2See fabrica gafas a través de estos residuos y Ecoalf crea prendas de ropa. Otras compañías se dedican a transformar la basura en energía o incluso en arte.
Lo que está claro es que la sobrepoblación y el consumismo han acrecentado en las últimas décadas la cantidad de basura generada por los humanos, especialmente en países desarrollados. El ineficiente manejo de dichos residuos y la contaminación que esto conlleva supone una amenaza para el planeta. Encontrar una solución y dar a esta basura una nueva vida útil es un reto primordial en el siglo XXI.
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