DORY GASCUEÑA LÓPEZ | Tungsteno
El cambio climático hará que la Tierra sea cada vez menos habitable, y ya demuestra su potencial en algunas zonas del planeta, sometidas con mayor frecuencia a desastres naturales extremos como inundaciones o huracanes. Transformar nuestro concepto de “casa” para crear nuevos habitáculos resistentes y resilientes resulta imperativo en este escenario de pulso contra el medio natural.
Habitar el espacio si un día la Tierra ya no es una opción también es un horizonte que se empieza a contemplar desde instituciones como la NASA, que participa en el proyecto Interestelar Lab, una aldea de circuito cerrado que tiene previsto ubicarse en el desierto de Mojave (California) para experimentar y desarrollar soluciones tecnológicas que permitan la autosuficiencia en un escenario climático extremo, también en Marte. Científicos y astronautas trabajarán en desafíos como producir y reciclar agua o garantizar el abastecimiento de alimentos y energía en la denominada estación bio-regenerativa experimental (EBIOS).
La subida del nivel del mar debido al cambio climático plantea la necesidad de encontrar soluciones que permitan habitar los océanos, como estas comunidades subacuáticas. Crédito: Samsung.
Alternativas terrestres
Otra alternativa para no salir de la Tierra es la que contempla Samsung: sería posible vivir sumergidos en el océano gracias al desarrollo tecnológico. Las comunidades subacuáticas podrían desplazarse por todo el mundo en busca del mejor clima y aprovechar energéticamente todas las ventajas de vivir rodeados de agua. El movimiento de las olas sería la fuente de energía para obtener electricidad y el agua se podría desalinizar para consumo humano. Nuevos desarrollos en el campo de la nanotecnología o los materiales de construcción permitirían aumentar la resistencia y disminuir el peso de los edificios. Por ejemplo, los nanohilos de diamante podrían reemplazar a los cables de acero con una resistencia 100 veces mayor y una sexta parte del peso.
El apocalípsis climático, o geopolítico, también inspira soluciones de supervivencia más tradicionales en las que se aprovechan infraestructuras del pasado para mirar hacia el futuro. La empresa Vivos xpoint compró en 2016 un conjunto de bunkers que sirvieron como almacén de munición entre 1942 y 1967. Ubicada en algún lugar de Dakota del Sur, esta “urbanización del armagedón” podría abastecer hasta a 5000 personas durante un año bajo tierra, según sus promotores. Otro ejemplo de esta tendencia de arquitectura apocalíptica con reminiscencias bélicas sería el proyecto Survival Condo, un antiguo silo de almacenamiento de misiles en Kansas que se está reconvirtiendo en un edificio de apartamentos de lujo para sobrevivir bajo tierra a lo que sea que ocurra en la superficie. Cultivos hidropónicos, generadores de diesel, paredes de hasta tres metros de grosor, aerogeneradores o una estación meteorológica conviven con servicios de ocio como piscina cubierta o campo de tiro, unas facilidades que los propietarios pueden disfrutar desde ya, sin esperar a las potenciales catástrofes.
Construir a conciencia
Los gobiernos ya están alerta. Algunos países como Australia o Reino Unido publican recomendaciones oficiales sobre qué factores de riesgo climático considerar a la hora de comprar o construir una casa. El clima será el factor clave para futuras migraciones dentro del planeta Tierra, pues marcará los desplazamientos hacia zonas menos castigadas por los efectos del cambio climático. El New York Times publicaba en 2019 un artículo en el esta tendencia es ya un realidad para las generaciones más jóvenes: los millennials ya miran al futuro del clima antes de adquirir una propiedad o construir en ella.
Y además de dónde vivir, la pregunta clave es cómo vivir, cómo convivir con el medio para ser sostenibles y lo más autosuficientes posibles. El Instituto de Diseño Resiliente define la supervivencia pasiva como la capacidad de un edificio para mantener condiciones habitables cuando se queda sin fuentes de energía como la electricidad, el agua o el gas. La arquitectura y la ingeniería ya plantean soluciones y propuestas futuristas sobre la base de estos principios.
La firma OOIIO plantea la creación de un centro de interpretación para lugares devastados que permita analizar y comprender las razones detrás del apocalipsis climático. Crédito: OOIIO.
Un océano habitable
La clave parece estar, de nuevo, en el agua. El océano ocupa una gran superficie de nuestro planeta y el cambio climático hará que la temperatura y el nivel del mar aumenten. Combatir las inundaciones es ya una tarea a la que se enfrentan muchas regiones del mundo pero, ¿y si el agua pudiera convertirse en un aliado? La arquitectura flotante no tiene por qué depender de pilares o anclajes fijados en el fondo del mar, por lo que favorecería el desplazamiento según las estaciones y las condiciones climáticas o la situación geopolítica. Peter Thiel, cofundador de Paypal y uno de los primeros inversores de Facebook, se ha convertido en un activista de la colonización marina a través de la creación del Seasteading Institute, un think tank nacido con el objetivo de desarrollar un proyecto de ciudad flotante. Para él, colonizar el mar es una de las fronteras que el ser humano puede cruzar en las próximas décadas. El planteamiento de flotar en formato ciudad en vez de en formato edificio o casa individual tiene una base lógica, pues según la teoría de emergencia de sistemas, igual que un hormiguero es más complejo que la suma de la inteligencia de las hormigas que lo habitan, una ciudad flotante sería más “inteligente” y optimizaría mejor los recursos que una vivienda aislada flotando a la deriva.
Algunos proyectos arquitectónicos plantean soluciones menos ambiciosas pero en la misma línea, desde viviendas anfibias que se elevan sobre los cimientos cuando hay inundaciones, hasta edificios flotantes que pueden incluso cumplir labores de servicio público, como la escuela flotante de Makoko, pensada para escolarizar a los niños del distrito flotante de Lagos, en Nigeria.
La firma española de arquitectos OOIIO se ha planteado incluso el escenario definitivo: un planeta devastado por los efectos del cambio climático en el que la arquitectura tendría un importante mensaje sobre lo que pasó y pudo evitarse. Su propuesta es un un centro de interpretación para lugares devastados, un edificio que flotaría junto a los restos de la Estatua de la Libertad, en un escenario imaginado en el que se podría contemplar una Nueva York sumergida por las inundaciones de un futuro fatalítico.
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