FRANCESCO RODELLA | Tungsteno
Las duras semanas de encierro por las que millones de personas han pasado a lo largo de este año de pandemia han puesto de manifiesto los defectos de hogares poco preparados para la convivencia de sus inquilinos más allá de unas horas al día. Espacios pequeños y poco iluminados han avivado el deseo no solo de plantearse una vida en zonas rurales, sino también de buscar opciones alternativas y asequibles para su vivienda principal o segunda residencia del futuro. Una oportunidad para el impulso de una nueva generación de casas con un elemento en común: los prefabricados.
El sector de la construcción destaca precisamente cómo la crisis del coronavirus ha incrementado el interés por las casas industrializadas, modulares o de impresión 3D, más rápidas de levantar y más sostenibles sin perder en calidad, seguridad y confort. Nuevas tecnologías en materiales y procesos industriales abren la puerta además a formas de habitabilidad difíciles de imaginar hasta hace poco.
Las ventajas del proceso de industrialización
Hay varios modelos novedosos que llaman cada vez más la atención. Desde unidades móviles remolcables, como la casa rodante de 17 metros cuadrados de la compañía sueca Ikea, a casas prefabricadas unifamiliares que se construyen con elementos de hormigón, metal o una mezcla entre ellos. Fernando Pérez del Pulgar, arquitecto y docente de la Universidad de Málaga, destaca otra tipología que está encontrando difusión: la de módulos realizados con contenedores marítimos, como estos pisos creados en Barcelona para alojar de forma provisional a familias con necesidades de acceso a una vivienda social. Pero el que se perfila especialmente como el material del futuro en la construcción, señala este experto, es la madera —gracias a su potencial ecológico, y a tecnologías como los paneles de maderas laminadas cruzadas o CLT (Cross Laminated Timber) con los que actualmente ya se construyen hasta rascacielos—. Una alternativa innovadora a materiales tradicionales como el cemento que ha demostrado ser sostenible y segura.
El proceso de industrialización, característica de las viviendas modulares, tiene numerosas ventajas. Por un lado, permite acortar los plazos de entrega —que pueden pasar de entre 18 a 22 meses, habituales en la construcción tradicional de una casa, a menos de un año— y ofrecer condiciones laborales más atractivas, por ejemplo para jóvenes y mujeres, en un sector muy afectado por la falta de mano de obra en la última década, según señala Julián Domínguez, arquitecto y vicepresidente de la Plataforma para la Industrialización de Viviendas. “Muchos de estos productos tienen actualmente precios de venta un poco más caros o a la par que los de las viviendas tradicionales, pero la perspectiva es que puedan mejorar mucho a medida que este modelo se extienda”, agrega Domínguez.
Por otro lado, las condiciones de seguridad que suelen ofrecer estas casas no despiertan ninguna preocupación entre los expertos. “No solo eso, sino que llegan a estándares que la construcción tradicional no puede alcanzar, pues los procesos de construcción industriales son capaces de llegar a niveles de calidad en los acabados que el trabajo en obra no reúne en ningún caso”, asegura Pérez del Pulgar. “Es como comparar la precisión de una soldadura hecha por un robot con la realizada por una persona”, agrega. En cambio, el arquitecto señala como desventaja la necesaria adaptación del diseño a una modulación. Y pone un ejemplo: “Si el edificio se realiza con contenedores marítimos, el tamaño de un contenedor se convierte en el módulo fijo, y todo debe adaptarse a este tamaño”.
Las casas prefabricadas son también una solución para garantizar la vivienda a aquellos con menos recursos.Como los pisos creados con contenedores marítimos en Barcelona. Crédito: APROP.
Una experiencia de décadas para millones de personas
En algunos países, las casas prefabricadas ya llevan décadas arraigadas. Estados Unidos es un ejemplo de ello, pues este modelo forma parte de su proceso de colonización fundacional, explica Pérez del Pulgar, experto en la historia de este tipo de viviendas. Se estima que aproximadamente unos 17 millones de estadounidenses viven en este tipo de viviendas, según los datos del censo estadounidense.
Este modelo habitacional está asociado tradicionalmente a estigmas sociales que contribuyen a marcar de forma negativa —a menudo sin coincidencia con la realidad— la imagen de los barrios de casas móviles. Pero hay quien ve en ellos sitios seguros que facilitan la posibilidad de crear red vecinal, así como la única manera para mucha gente de cumplir con la ambición de convertirse en propietarios. La industrialización se convierte, por tanto, en una forma válida para solucionar el problema de los precios prohibitivos de la vivienda en ciertas zonas del país: así lo han pensado por ejemplo grandes compañías tecnológicas de Silicon Valley para garantizar una solución accesible a sus empleados.
Si volvemos a la realidad española, uno de los motores del interés disparado por estos productos son las propias circunstancias de la pandemia, con más personas valorando cambios en su estilo de vida, según destacan las empresas del sector. “Todos hemos tenido que estar viviendo en casa durante muchos meses sin salir”, argumenta Domínguez, “y ahora la gente demanda una casa con mejores condiciones que las que teníamos antes”. En muchos casos, agrega este arquitecto, se trata de personas de entre 30 y 40 años con interés por la tecnología y la sostenibilidad, aspectos que la industrialización permite desarrollar mejor a través, por ejemplo, de la integración de la domótica.
La impresión 3D consigue ahorrar tiempos en la producción de los materiales necesarios para construir viviendas, pero también conseguir una mayor precisión en las piezas. Crédito: Mighty Buildings.
El impulso de la impresión 3D
Algunos métodos de construcción de reciente impulso prometen abrir perspectivas en este campo. En particular, llaman la atención varios prototipos y los primeros productos ya comercializados de casas construidas utilizando la impresión 3D, una técnica que permite acortar drásticamente los tiempos de producción. Una empresa de California, por ejemplo, ya es capaz fabricar una gran parte de una vivienda en tan solo 24 horas. También se suman otras soluciones innovadoras, como el sistema de bisagras que permite instalar estas casas prefabricadas de madera laminada en tres horas.
La incorporación de estos procesos de industrialización en las viviendas, según Pérez del Pulgar, será progresiva e imparable, a partir de su aplicación para piezas de hormigón, madera y acero. En su opinión, “este primer paso será una realidad muy pronto, gracias a que las impresoras 3D y las cortadoras láser existentes para estos materiales permiten mayor precisión y mayor producción en todos los trabajos de manipulación en fábrica”.
Esta transformación producirá, a más largo plazo, un escenario en el que también en las propias obras las máquinas irán sustituyendo al obrero convencional, agrega el arquitecto. De momento, las soluciones de habitabilidad modulares y prefabricadas ya son una alternativa viable a las viviendas tradicionales, además de ser cada vez más asequibles en tiempos y presupuesto.
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