La colaboración entre hombres y máquinas será necesaria para lograr una mayor eficiencia y precisión sobre todo en tareas repetitivas. Crédito: Universal Robots.

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Cuando los robots aprendan a colaborar

FRANCESCO RODELLA | Tungsteno

La irrupción de robots cada vez más capaces de realizar tareas complejas por su cuenta impacta de lleno a la industria. Investigadores y empresas consideran que sus potencialidades pueden aumentar exponencialmente si estas máquinas consiguen también crear buena química con los humanos, además de entre ellas. Y más aún, agregan los expertos, si se integran tecnologías novedosas. Los efectos de esta interacción se verán reflejados desde las fábricas y almacenes hasta en las misiones espaciales.

Empresas de distintos sectores señalan entre los beneficios de la incorporación de los robots en las cadenas de montaje al lado de los humanos, la mayor eficiencia y precisión en la realización de tareas monótonas y repetitivas, la reducción del riesgo de lesiones y accidentes laborales, la optimización de los tiempos de espera y la limitación de la sobreproducción. “Una persona aporta destreza, flexibilidad y la capacidad de resolver problemas, mientras que un robot colaborativo ofrece fuerza, resistencia y precisión en la realización de la tarea en cuestión”, señala la Asociación Española de Robótica y Automatización.

Jordi Pelegrí, responsable para España y Portugal de Universal Robots, afirma que “esa cooperación puede ser cada vez más adaptativa en función de las necesidades de la industria”. En la cooperativa de alimentación COVAP, por ejemplo, necesitaban acelerar el proceso de envasado al vacío del jamón para cumplir con los estándares de producción establecidos. Para ello, implementaron al lado de la máquina cortadora un brazo robotizado que se encarga de poner una tras otra, en el sitio correcto, las bandejas donde los operarios van a colocar el jamón cortado. Así, asegura la empresa, se alcanzaron los objetivos sin afectar la calidad del producto, la seguridad alimentaria y las condiciones medioambientales necesarias.

Aplicaciones como esta, considera Pelegrí, están cada vez más presentes, y pueden ir a más. En concreto, cree que los robots tienen la posibilidad de aprender a ejecutar tareas repetitivas más “cognitivas”, para las que puede resultar útil aplicar técnicas como el aprendizaje automático. “Si necesito coger objetos que son similares, como pueden ser las manzanas, y tengo un patrón para reconocerlas, eso lo puedo hacer directamente con un robot”, argumenta. Al aumentar las capacidades de las máquinas, se pueden diseñar modelos en los que interactúen más de una, por ejemplo una que lleva un objeto y otra que recoge esa pieza y la manipula, agrega.

La incorporación de un brazo robotizado junto a los operarios en la cadena de producción de COVAP optimiza el proceso garantizando calidad y seguridad. Crédito: Universal Robots.

Una cooperación multiplicada

La multinacional alemana Mann+Hummel, productora de filtros industriales, ha puesto en marcha algunas aplicaciones de robótica colaborativa en su fábrica de Zaragoza. En una de ellas, la cooperación se triplica: un brazo robótico se encarga de mover una pieza de una máquina de soldar a una de verificación, espera a que esta termine su proceso, saca la pieza y se la entrega a un operario en el momento en que la necesita. En otra similar, el trabajador humano tiene que ejecutar la tarea opuesta, es decir, cargar el brazo robótico con una pieza. El robot, en este caso, está dotado de unas luces. Cuando su color pasa de azul a verde, significa que la carga es correcta y ya puede ponerse en marcha.

Como podemos ver, estas máquinas necesitan distintas tecnologías para poder funcionar. Por ejemplo, los brazos robóticos utilizados por Mann+Hummel, diseñados y fabricados por Universal Robots, se programan a través de una tablet con un software instalado y pueden ser configurados para ejecutar tareas que van del empaquetado al montaje, y hasta incorporar una cámara para realizar trabajos de control de calidad.

Dotar a los robots de “ojos” para orientarse en el entorno de trabajo es una de las posibilidades que explora el sector al intentar aumentar sus capacidades. Jordi Pelegrí mantiene que además de esa tecnología, denominada visión artificial, y del machine learning, también se pueden aplicar otras como el Internet de las Cosas y el big data. Según explica, en muchos casos la clave es combinarlas. “Si yo recojo información a través de la visión artificial, luego tengo que ver qué hacer con ella y puedo aplicar otras técnicas para procesarla”.

El futuro pasa por la incorporación de aplicaciones de robótica colaborativa, como este ejemplo de colaboración entre robots para abrir una puerta. Crédito: Boston Dynamics.

Hacia nuevos horizontes

Otra novedad que se espera que pueda aportar cada vez más soluciones en este sentido es el 5G, cuya implementación está prevista a partir de 2020-2021. Esta red móvil promete garantizar más rapidez en el traspaso de datos y menos retraso en la respuesta. De esta forma, podría permitir una mejor comunicación entre máquinas y mayor capacidad en el control remoto de los robots autónomos.

Más allá de la tecnología que se utilice en cada caso, es fundamental que la colaboración entre máquinas y humanos sea sencilla, según Pelegrí. En otras palabras, que los sistemas robotizados sean fáciles de manejar también por parte de trabajadores no especializados. “No sería viable viajar con un coche si para conducirlo hicieran falta los mismos conceptos necesarios para pilotar un avión. El pilotaje de estas máquinas tiene que ser fácil y viable. Es nuestra misión”.

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Tungsteno es un laboratorio periodístico que explora la esencia de la innovación. Ideado por Materia Publicaciones Científicas para el blog de Sacyr.

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