Si en 2020 estamos sufriendo una de las grandes epidemias de la historia de la humanidad, el COVID-19; en 1796, la viruela, la pandemia más mortífera y terrible de la historia, se cobraba la vida de millones de personas en todo el mundo.
Dos fechas análogas marcadas por la tragedia y el desastre. Pero también por la innovación, la creatividad y la capacidad del ser humano de sobreponerse a las adversidades. Fue hace más de 200 años cuando Edward Jenner, una afamado investigador y médico británico, desarrolló con éxito la primera vacuna de la historia. Soplaban aires de cambio en todo el mundo: la figura de un joven Napoleón Bonaparte emergía con fuerza en la revolución francesa, Mozart estrenaba ‘La flauta mágica’, su última ópera escenificada, y la viruela se expandía como la pólvora a lo largo y ancho del planeta.
A finales del siglo XVIII, Jenner comenzó a interesarse y a estudiar las causas y efectos de la viruela. Sus investigaciones concluyeron que las personas que tenían un contacto habitual con vacas, cerdos y caballos gozaban de una mayor inmunidad frente a esta enfermedad. De esta forma, confirmó que estos colectivos se infectaban con un tipo de viruela, procedente de estos animales, que simplemente les originaban pequeñas heridas y les hacían enfermar sólo algunos días.
Jenner dedujo que, por alguna razón, la viruela vacuna era menos agresiva y mortífera y que, además, inmunizaba a estas personas de la viruela humana. Una vez descubierta la ecuación, sólo faltaba hallar la solución. Una tarea nada sencilla. De la prueba al error, del error al aprendizaje, y del aprendizaje al éxito. Una de las reglas de oro de la innovación.
El 14 de mayo de 1796, Edward Jenner, probó su teoría inyectando viruela vacuna a un niño de ocho años, James Philips, el hijo de un labrador. Unos meses más tarde inoculó a Philips con viruela humana para comprobar si el pequeño se contagiaba. El resultado fue asombroso. El niño no solo no enfermó, sino que además se había vuelto inmune gracias a la inoculación previa de la viruela procedente de la vaca.
Nacía así la primera vacuna de la historia. Un avance sin precedentes en la lucha contra las enfermedades infecciosas. La ciencia le ganaba la partida a la naturaleza. La innovación al servicio de la humanidad.
Al igual que ocurriera en 1796, el mundo lucha hoy contra un nuevo mal endémico, el coronavirus o COVID-19. Un nuevo enemigo, un nuevo desafío, una nueva batalla contra el tiempo. La diferencia entre 1796 y 2020 es que hoy contamos con los últimos avances en conocimiento científico, disponemos de la mejor tecnología y estamos más preparados que nunca para abordar este reto.
Científicos de todo el mundo ya están realizando avances significativos en la búsqueda de una vacuna que pueda neutralizar el COVID-19. Algunas empresas incluso ya están realizando ensayos clínicos de prototipos de vacunas en seres humanos.
Como tantas veces en la historia nos levantaremos, encontraremos las respuestas y venceremos.
Ojalá que sea pronto