ANTONIO LÓPEZ | Tungsteno
Mientras los datos confirman que la tecnología ha obviado a la mujer a lo largo de la historia, nuevos proyectos ya abren camino hacia un diseño no sexista y más ergonómico, con dispositivos tan cotidianos como los adaptadores para el cinturón de seguridad para embarazadas o los baños portátiles íntegramente femeninos. Esos diseños inclusivos han llegado también al sector tecnológico y a industrias tan millonarias (y tradicionalmente masculinas) como la de los videojuegos. Google lanzó en 2019 un joystick neutro que se adapta mejor a las manos femeninas (ligeramente más pequeñas que las de los hombres, según un estudio de la NASA). El objetivo es que ellas puedan jugar sin hacer movimientos anormales —a los que les obliga un joystick convencional, diseñado para las manos de un hombre.
Ergonomía para la conquista del espacio
Adaptar un diseño al cuerpo femenino no es solo una cuestión de mercado, sino que puede ser crucial para el avance de la investigación en campos tan específicos como la exploración espacial. El caso del primer paseo espacial íntegramente femenino, en octubre de 2019 —que tuvo que ser retrasado porque la NASA solo disponía de un traje de la talla mediana disponible— pone de manifiesto la consecuencias de usar un patrón masculino para la concepción de productos; algo que también es muy relevante en la realización de estudios científicos.
Los trajes espaciales actuales fueron diseñados en la década de los 70 y han variado poco a lo largo de la historia de la conquista del espacio, en la que solo 15 mujeres han protagonizado paseos espaciales frente a más de 200 hombres. Sin embargo, la NASA parece haber tomado nota y ha anunciado la creación de un nuevo traje espacial para los astronautas de la misión Artemis; la que tiene previsto llevarnos de vuelta a la Luna, y con una mujer por primera vez. Según ha explicado la agencia, el nuevo traje tendrá un tallaje más adaptable para poder acomodarse a una amplia variedad de cuerpos.
El primer paseo espacial íntegramente femenino se pospuso por la falta de trajes espaciales que se ajustaran al cuerpo de las astronautas a bordo de la Estación Espacial Internacional (EEI). Crédito: NASA.
El sesgo de los datos
Considerar las diferencias entre el sexo masculino y femenino en la toma de decisiones clínicas es crucial para el avance de la ciencia en general y la salud de las mujeres en particular. Un estudio publicado por la Ohio Northern University explica cómo en las últimas décadas los ensayos clínicos no siempre han inscrito adecuadamente a las mujeres, o no han analizado las diferencias específicas de sexo en los datos. Estas carencias, sin duda, han obstaculizado los avances en la comprensión de las reacciones de las mujeres frente a distintos medicamentos, o cómo se manifiestan en ellas enfermedades como el infarto. E incluso por qué las mujeres tienen más probabilidades de recuperar la capacidad del lenguaje después de un derrame cerebral, por ejemplo.
Sin embargo, el mismo estudio también recoge algunos de los hitos que confirman la conciencia sobre esta diferenciación necesaria en la perspectiva científica. A partir de 1977, la Agencia de Medicamentos y Alimentación estadounidense (FDA por sus siglas en inglés) permitió que las mujeres en edad fértil participasen en la investigación, siempre que ellas y los investigadores estuviesen de acuerdo. La FDA también ha dejado constancia en numerosos reglamentos la importancia de examinar las diferencias en seguridad y eficiencia farmacológica entre subgrupos de población, para así identificar brechas en el conocimiento existente. Con ese objetivo nacía la Oficina de Investigación sobre Salud de la Mujer (ORWH) de Estados Unidos en 1990; desde esta, de cara al futuro, se reafirma la necesidad de continuar las investigaciones en áreas de biología basadas en el sexo para reducir las disparidades de salud entre hombres y mujeres.
La brecha de género afecta también a la seguridad, por ejemplo al no considerar los diferentes efectos de un impacto en un accidente en una mujer frente a un hombre. Crédito: Insafe Seatbelt.
En el campo de la tecnología, el patrón se repite. En Invisible Woman, el mejor libro de innovación y tecnología de 2019 según la Royal Society, Caroline Criado recopila una selección de artículos que desvelan cómo el diseño ha obviado a la mujer durante décadas y qué impacto tiene esto en su salud. La autora bucea en la brecha de datos de género, la raíz de una discriminación sistémica contra las mujeres, ya que la información se recoge entorno a un estándar masculino. Al contrario que en el ejemplo del joystick, la tendencia actual a aumentar el tamaño de las pantallas de los teléfonos inteligentes dificulta su uso para las mujeres. Paradójicamente, empresas como Apple siguen esta tendencia, aunque las mujeres tienen más probabilidades de tener un smartphone de la marca iPhone que los hombres.
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