El ITER será el mayor reactor de fusión nuclear del mundo. Su construcción busca cubrir la demanda energética futura de poblaciones urbanas cada vez más numerosas. Crédito: ITER.
ANTONIO LÓPEZ | Tungsteno
Las grandes infraestructuras son una señal de identidad de las ciudades modernas. Permiten conectar las metrópolis, reorganizar el urbanismo y hasta gestionar los recursos hídricos buscando mejoras económicas, sociales y de habitabilidad. En total, el 8% del PIB mundial se destina actualmente a megaproyectos (proyectos que cuestan más de mil millones de dólares). En un mundo en el que la población urbana superará a la rural en 2050, según datos de Naciones Unidas, estos megaproyectos serán piezas fundamentales para configurar el futuro de un planeta con un estilo de vida mayoritariamente urbano.
Los requerimientos necesarios para estas grandes infraestructuras han condicionado a menudo los tiempos de ejecución y, en algunos casos, hasta su finalización. De hecho, el 90% de los megaproyectos superan su presupuesto inicial, según estima Bent Flyvbjerg, experto en gestión de proyectos de la Saïd Business School de Oxford; y hasta el 65% fracasa por cuestiones de costes, calendario o un exceso de complejidad, calcula la consultora McKinsey. Sin embargo, estas infraestructuras también pueden tener un retorno económico transformador para una sociedad, como en el caso del aeropuerto de Dubai, que es responsable del 21 % de todo el empleo nacional y del 27 % del PIB, según McKinsey.
Habitar lo inhabitable: el poder transformador del agua
Entre los objetivos de algunos de los megaproyectos más ambiciosos del mundo, está hacer más habitables algunas zonas de la Tierra, para lo que es fundamental garantizar el abastecimiento de agua. Es el caso del programa Gran Río Artificial de Libia (GMMR por sus siglas en inglés) para construir el sistema de riego más grande del mundo, que lleva en marcha desde 1985 (a pesar de los conflictos bélicos que azotan la región). Una infraestructura clave para acceder a las reservas de agua dulce que están bajo el desierto de Libia, las mayores del planeta. Cuando se haya completado (para 2030) permitirá regar más de 140 millones de hectáreas de cultivo y facilitará el acceso al agua potable a ciudades como Trípoli o Bengasi. El coste de las tres fases desarrolladas hasta la fecha asciende a casi 20.000 millones de dólares.
Con la misma intención se desarrolla el South-to-North Water Diversion Project en China, un proyecto para redistribuir los recursos hídricos hacia el norte del país, donde habita la mitad de su población. En este caso, el plan consiste en trasladar el agua de sus grandes ríos mediante un complejo sistema de canales, el más grande de este tipo jamás realizado, que requerirá décadas (las previsiones apuntan a 2050) y unos 62.000 millones de dólares para su finalización.
Garantizar el abastecimiento de agua del norte del país es el objetivo del sistema de canales del South-to-North Water Diversion Project de China, el más grande del mundo. Crédito: Wikimedia Commons.
Grandes núcleos urbanos conectados e inteligentes
Otro de los retos de un planeta con más población es conectar los distintos núcleos urbanos de manera eficaz y sostenible. Para ello, megaproyectos como el sistema de tren de alta velocidad de California (CAHSR por sus siglas en inglés) prometen cambiar las dinámicas de movilidad de las principales ciudades del este norteamericano: se podrá viajar de San Francisco a Los Ángeles en dos horas y media. Por cuestiones administrativas, el presupuesto y los plazos han ido variando con el tiempo desde que se aprobase el proyecto en 2008. La primera fase está prevista para 2029, y los costes totales se estiman entre 63 y 98 mil de millones de dólares, pero también fluctúan con el paso de los años.
Por su parte, grandes núcleos de población consolidados como la ciudad de Nueva York apuestan por seguir creciendo de manera inteligente. Para ello, se está construyendo un nuevo barrio: Hudson Yards. Con un coste estimado de 25.000 millones de dólares, se extenderá a lo largo del río Hudson, sobre los antiguos aparcamientos de trenes de la ciudad. Hasta 16 rascacielos, que suman un espacio de habitabilidad de más de 1 millón de metros cuadrados, estarán conectados mediante una red de fibra para facilitar la vida diaria gracias a internet de las cosas.
Asociado al desarrollo urbanístico, los megaproyectos también miran por el futuro y la sostenibilidad de las ciudades a largo plazo. ¿Cómo abastecer de energía a un planeta más poblado que, por consiguiente, incrementará la demanda energética? En Francia se está construyendo el mayor reactor de fusión nuclear del mundo, el ITER (por sus siglas en inglés) que contará con 39 edificios y estructuras diferentes y pesará 23.000 toneladas: el triple que la Torre Eiffel. Esta máquina pretende hacer historia en la producción de energía limpia y segura, para lo que alcanzará temperaturas 10 veces más altas que las del núcleo del Sol: hasta 150 millones de ºC. El presupuesto también es astronómico: 25.000 millones de dólares.
Dubailand, planteado como el complejo recreativo más grande y caro del mundo, persigue convertirse en centro turístico mundial. Crédito: The Dubai Lands.
Megaciudades a la carta
Un paso más en la conceptualización del mundo del mañana es crearlo desde cero. El proyecto New Cairo, por ejemplo, planea levantar una ciudad de la nada, que será además la nueva capital administrativa del país. Con un presupuesto de 45.000 millones de dólares, podrá albergar hasta 7 millones de personas cuando esté lista (2022). En paralelo, el Rey Abdullah construye su ciudad económica (KAEK, por sus siglas en inglés) en Arabia Saudí. Con un coste estimado de más de 66 billones de libras, la urbe se situará a menos de una hora de la ciudad de la Meca para consolidarse como destino turístico mundial.
Dubailand, una idea del shayj de Dubai, va todavía más lejos: será la instalación de ocio más grande (278 kilómetros cuadrados) y cara del mundo. Además de contar con varios parques temáticos, también tendrá espacio para la investigación y una universidad, aunque no está claro cuándo estará operativa. De hecho, el proyecto se ha ido ajustando con el tiempo: tras la crisis de 2008, se han retomado solo 22 de las 45 infraestructuras planteadas inicialmente.
El poder transformador de estos megaproyectos es innegable: cambian la geografía y la forma de vida de los habitantes de cualquier región del mundo. Además, según vaticinan los expertos, serán necesarios en el futuro y por eso se consolidan como tendencia. En las próximas décadas los necesitaremos para adaptarnos a los cambios que impongan el cambio climático y las futuras sociedades de la Tierra.
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