FRANCESCO RODELLA | Tungsteno
El 2019 fue el año más caluroso en Europa desde que se tienen registros. Si se cumplen las previsiones, los períodos extremos de clima cálido de estos últimos años serán cada vez más frecuentes. También los fenómenos asociados, lluvias torrenciales y sequías, cuyo impacto en las ciudades puede ser devastador. Especialmente en la cuenca mediterránea, que se calienta un 20% más rápido que la media mundial. Las urbes necesitan adaptarse para resistir los efectos de estas situaciones climatológicas adversas. Este el objetivo del proyecto europeo BINGO, que propone soluciones innovadoras en la gestión del agua para hacer frente a este desafío.
Badalona, en el área metropolitana de Barcelona, es una de estas urbes más sensibles al impacto de estos fenómenos. La ciudad —que cuenta con unos 220.000 habitantes— se enfrenta a dos problemas principales de partida. Uno es que puede sufrir inundaciones repentinas cuando llueve intensamente. Debido a que el agua se mueve rápidamente desde la parte alta de la ciudad hasta la zona baja, en casos extremos pone en peligro a las personas o los bienes. Otro es que, durante las precipitaciones más intensas, la red de alcantarillado se desborda, provocando vertidos al mar y, por tanto, contaminando sus playas. Las inundaciones se repiten en ciclos de aproximadamente tres, cuatro o cinco años. Las descargas del alcantarillado, sin embargo, pueden darse hasta cuatro o cinco veces en un mismo año, según explica Beniamino Russo, profesor de la Universidad Politécnica de Cataluña y de la Universidad de Zaragoza, además de responsable de proyectos en la empresa Aquatec.
La instalación de sistemas de drenaje sostenible así como un sistema de alertas temprana permitirán a las ciudades resistir mejor los efectos de los eventos climáticos extremos. Crédito: AVAMET.
Big data y modelos de simulación para avisar a los ciudadanos
Para reducir ese impacto, Russo y su equipo, con la colaboración de los administradores y técnicos municipales, han propuesto varias medidas de adaptación. Entre las de carácter estructural, se incluyen la construcción de nuevos depósitos y tramos de alcantarillado. También se ha previsto la instalación de sistemas de drenaje sostenibles, como el uso de tejados verdes, la creación de zanjas de infiltración o el uso de pavimentos permeables. Pero además, se han planteado medidas no estructurales, como es la implementación de un sistema integral de alerta temprana a la ciudadanía. Esta iniciativa combina la monitorización de las redes de servicios e infraestructuras, con técnicas más innovadoras que permiten realizar modelos de simulación para prever estos eventos extremos, incluidos olas de calor y contaminación del aire. De esta manera, se pueden establecer protocolos de actuación y advertir a los habitantes y visitantes.
El equipo liderado por Russo ha estudiado la evolución potencial de las lluvias y de su impacto en la próxima década, y hasta final de siglo, a través de proyecciones climáticas proporcionadas por la Universidad Libre de Berlín (Freie Universität Berlin). De ahí han concluido que los eventos de lluvia extremos pueden aumentar hasta un 15% en Badalona. Esto supondría un incremento de hasta un 30% en los daños debido a las inundaciones. “El riesgo hidráulico asociado a potenciales pérdidas económicas o de vidas humanas no es proporcional a las lluvias”, explica Russo. De hecho, el proyecto ha estudiado también el coste económico de esos escenarios si no se actúa para limitar su impacto: las inundaciones urbanas comportarían un coste anual adicional de 1,9 millones de euros para la región, mientras que en el caso de la contaminación a consecuencia de los vertidos, podría llegar hasta los 1,4 millones al año.
Todas estas iniciativas forman parte del proyecto europeo BINGO para mejorar la resistencia y adaptación de las ciudades antes situaciones climatológicas extremas. Pero el impacto del cambio climático no es exclusivo de las regiones de la cuenca mediterránea. También otras zonas de Europa sufrirán las consecuencias de este fenómeno antropogénico, como ponen de manifiesto los 20 organismos públicos y privados participantes en este proyecto, desarrollado entre 2015 y 2019 con la financiación de los fondos del programa europeo Horizonte 2020. Además de Badalona, en el marco de BINGO se han estudiado cinco casos más, cada uno con características diferentes, tanto por orografía como por ubicación geográfica, en Portugal, Noruega, Alemania, Países Bajos y Chipre.
El diseño de estructuras para la contención del agua permiten evitar inundaciones en caso de lluvias torrenciales, frecuentes por ejemplo en el entorno del río Wupper (Alemania). Crédito: Georg Sander.
Cambios en la planificación y mejoras en la gestión del agua
Así, ha sido posible analizar qué consecuencias acarrearán las sequías e inundaciones más intensas previstas por el cambio climático en la cuenca baja del río Tajo, y cuál será su impacto para los agricultores de esta zona de Portugal. También se ha observado cómo la escasez de precipitaciones podrá afectar al abastecimiento de agua en las comunidades rurales del sistema montañoso chipriota Troodo. Y qué ocurrirá si llueve menos, o hay más inundaciones repentinas, en el entorno del río Wupper, una región de Alemania que cuenta además con un elevado número de presas. Los otros dos casos bajo observación han sido el depósito de agua subterránea en la gran zona boscosa holandesa de Valuwe, y el sistema de drenaje urbano de Bergen (Noruega), una de las ciudades europeas más lluviosas.
Lograr que estas urbes y regiones puedan adaptarse y resistir mejor estos efectos es posible, según los responsables de este programa, que han dejado varias soluciones sobre la mesa para conseguirlo. Estas medidas requieren una nueva planificación y mejoras en la gestión, como el uso de aguas residuales para riego en la zona montañosa de Troodos. También la puesta a disposición de información y predicciones, por ejemplo, a todos los usuarios de los recursos hídricos del Tajo; o la edificación de estructuras para la gestión del agua, como una cuenca de retención para evitar inundaciones en el área analizada del río Wupper.
“La cooperación y coordinación entre los actores locales con responsabilidad de gestión y los investigadores es la clave para proporcionar medidas de adaptación que sean realmente implementables”, destaca Russo. En su opinión, aunque es difícil decir si estamos a tiempo o no para evitar graves impactos en el ámbito de la gestión del agua por el cambio climático, sí tenemos los argumentos para justificar nuestras acciones en la lucha contra él. De hecho, estos pilotos, desarrollados bajo el paraguas del proyecto BINGO, permitirán proyectar estas iniciativas innovadoras a otras urbes para conseguir hacerlas más resilientes y, por tanto, más habitables y seguras para sus ciudadanos.
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