ISABEL RUBIO ARROYO | Tungsteno
Desde 1950, se han fabricado unas 8.300 millones de toneladas de plástico, según Greenpeace. Es decir, el peso de unos mil millones de elefantes. Solo el 9% de todo el plástico producido hasta la fecha se ha reciclado. El 12% se ha incinerado. Y la gran mayoría, el 79%, ha terminado en vertederos o en el medio ambiente. De hecho, una cantidad descomunal de este material acaba en mares y océanos, incluso a 10.000 metros de profundidad. Los plásticos pueden tardar cientos de años en desintegrarse. Por ello, darle una segunda vida se ha convertido en uno de los desafíos medioambientales del siglo XXI.
La reutilización de estos residuos en el sector de la construcción es una de las alternativas. Además de contribuir a la economía circular, aporta mejoras en los edificios, como la resistencia frente a la acción externa del agua o una mayor elasticidad y menor conductividad térmica. Ya hay empresas y grupos de investigación que experimentan con nuevos materiales que aprovechen estas cualidades de estos polímeros. “Los plásticos pueden convertirse en materia prima secundaria incorporados en matrices de los denominados ‘materiales tradicionales’ como el yeso, el cemento o el hormigón”, explica María Alejandra Vidales, profesora e investigadora de la Escuela de Edificación de la Universidad Politécnica de Madrid.
Pese a que las construcciones que incorporan estos materiales pueden tener una menor resistencia mecánica, su uso conlleva múltiples beneficios. La ventaja indudable es la contribución al desarrollo sostenible del planeta. “Se minimiza, por un lado, la cantidad de este tipo de residuos en vertederos y, por el otro, se reduce el uso de materia prima en la fabricación del elemento, lo que conlleva una reducción de uso de agua”, afirma Vidales. También se pueden conseguir mejoras gracias a las propiedades de estos nuevos materiales: “Menores coeficientes de conductividad térmica, ligereza, menor porosidad o una mayor elasticidad”.
Los residuos plásticos procedentes del reciclaje de cables eléctricos ya se están reutilizando con yeso para conformar un nuevo compuesto, más elástico y resistente a elementos exteriores como el agua. Crédito: Lyrsa Álava.
Polímeros para sustituir el cemento o la escayola
Hay determinados sellos de sostenibilidad, como el BREEAM, que valoran que se reutilicen este tipo de materiales en la construcción. Existen diferentes ejemplos y numerosas patentes, tanto españolas como extranjeras, que dan una segunda vida al plástico. Dos jóvenes mexicanos, por ejemplo, han desarrollado el polycrete, un material de construcción que se hace con polímeros sintéticos reciclados y que sustituye al cemento convencional. Hay empresas como Platio que realizan adoquinados solares para exteriores; otras, como Ecore, fabrican revestimientos para suelos, y compañías como Presanella hacen ladrillos.
En este campo, el equipo de Vidales en la UPM ha desarrollado un panel o placa de escayola que contiene residuos plásticos procedentes del reciclaje de cables eléctricos. “Los residuos se recogen directamente de la planta de reciclaje y, sin pasar por ningún tipo de tratamiento, se introducen en la matriz de escayola. A continuación, se procede a la incorporación del agua, su amasado, su vertido en moldes y su fraguado”, explica.
Las características destacables de este material son su comportamiento frente al agua y su mayor elasticidad, con lo que se consigue que disminuya “la aparición de humedades y fisuras”. Además, según cuenta, se ha logrado reducir entre el 25% y el 30% el uso de agua y piedra aljez (materia prima de la escayola). Este material todavía no se ha llegado a comercializar, pero lo idóneo sería utilizarlo “en las zonas de los edificios más expuestas al agua como son sótanos, plantas bajas sobre soleras o paramentos con huecos”.
Estos materiales se podrían llegar a utilizar “en cualquier tipo de construcción”. Por ejemplo, según cuenta Vidales, ya se emplea en edificaciones sencillas como las casas de JD Composites, realizadas únicamente con material reciclado, o las casas de Lego. También pueden dar forma a edificaciones de mayor envergadura, como es el caso del edificio EcoArk en Taiwan, una megaestructura construida con botellas de plástico recicladas. Pero pueden servir, además, para fabricar tarimas, ladrillos y otros materiales de construcción, túneles y puentes, barandillas, suelos, adoquines y mobiliario urbano.
La flexibilidad y resistencia del plástico permite mejorar la resistencia de la capa de rodadura de las carreteras, convirtiendo a los polímeros en una alternativa viable al asfalto tradicional. Crédito: Plastic Road.
Asfalto hecho con antiguos neumáticos y tapones
Los materiales plásticos, al final de su vida útil, también se pueden integrar en el asfalto para formar parte de la capa de rodadura de las carreteras. Esta idea no es nueva. En India, ya hay más de 20.000 kilómetros de carreteras elaboradas a partir de residuos plásticos, según National Geographic. Hay compañías como Plastic Road que investigan cómo aprovechar las cualidades del plástico para construir carreteras únicamente con este material reciclado.
En España, destaca el proyecto Polymix, en el que participa el Instituto Tecnológico del Plástico (AIMPLAS). Belén Monje, investigadora principal, explica que el nuevo asfalto contiene neumáticos fuera de uso y residuos de tapones, envases y perchas. Ya ha sido empleado para asfaltar dos kilómetros de un tramo de carretera en los accesos a Alcalá de Henares (Madrid).
Los resultados han sido prometedores. Los investigadores han concluido que con este nuevo material se obtiene una mejora notable en la resistencia a las deformaciones plásticas con respecto a la mezcla asfáltica convencional. Esto permite un mejor rendimiento frente a la aparición de roderas (surco que deja una rueda en el suelo al pasar), algo especialmente útil con altas temperaturas o tráfico pesado lento.
Existe un sinfín de posibilidades para alargar la vida útil del plástico y reducir su impacto en el planeta. Pero Monje insiste en que “es necesario establecer políticas que empujen a que este tipo de desarrollos vayan adelante y alcancen el mercado”. “También es importante que sean conocidas sus bondades por toda la cadena de valor y que se tenga en cuenta su posibilidad de introducción desde el diseño del producto para, si es necesario, hacer cualquier modificación desde un principio”, concluye. Porque si el plástico va a tardar más de 100 años en degradarse, mejor que esté en paredes, edificios o carreteras, que en la naturaleza o en el fondo del océano.
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