ANTONIO LÓPEZ | Tungsteno
Desde Arquímedes al Versailles de Luis XV, la idea del movimiento vertical para transportar mercancías o personas ha sido siempre un anhelo del hombre. En los primeros ascensores el movimiento se controlaba mediante tracción humana o animal, con el consiguiente grado de peligro asociado. Es en el contexto de la Revolución Industrial cuando varias innovaciones consolidan al ascensor como medio de transporte masivo: el acero y el hormigón permiten construir edificios más altos y resistentes.
En paralelo, el desarrollo del metro en las grandes urbes aumentó la densidad de población de los núcleos urbanos, por lo que se hizo necesario que las ciudades creciesen también en vertical. Es entonces cuando la seguridad de los elevadores se convierte en una exigencia. El sistema de frenado de emergencia que Elisha Grave Otis aplicó al ascensor, revolucionaría el paisaje urbano de la Gran Manzana en los próximos años.
El sistema de frenado de Elisha Grave Otis permitió la popularización de los ascensores, favoreciendo la construcción en altura y cambiando para siempre la fisonomía de las ciudades. Crédito: Otis.
El despegue hacia la construcción en altura
Otis demostró públicamente el funcionamiento de su sistema de seguridad en la Exposición Universal de Nueva York en 1853, la primera celebrada en Estados Unidos. Había conseguido que los elevadores no se desplomasen aunque se rompiese el cable que los sujetaba, un desarrollo que transformaría para siempre los patrones sociales de habitabilidad de las ciudades. Los pisos más altos aumentaron su valor y se convirtieron en tendencia entre la clase alta por la luminosidad y la disminución del ruido. Antes del ascensor, los edificios tenían una media de 5 pisos de altura y eran las clases obreras las que subían las escaleras correspondientes.
Tan solo 4 años después de esta demostración pública, Otis instaló en unos grandes almacenes de la avenida Broadway de Nueva York el conocido como “primer ascensor de la historia”, movido a vapor y capaz de subir 5 pisos en algo más de un minuto. Con el paso de los años, los ascensores se popularizaron en edificios comerciales y de viviendas y fueron muchas las empresas que se especializaron en el mercado de elevadores. Entre ellas, la que fundó el propio Otis, Otis Elevator Factory, que existe todavía hoy y que puso en marcha algunos ascensores tan emblemáticos como los 5 que suben a las 2 primeras plantes de la Torre Eiffel, o los 73 que recorren el Empire State Building de arriba a abajo.
Hoy los ascensores conquistan las alturas a gran velocidad: en el edificio Burj Khalifa de Dubai, el más alto del mundo, se mueven a casi 60 kilómetros por hora en un recorrido de hasta 828 metros. La ligereza de los nuevos materiales, como la fibra de carbono, podría permitir que la nueva generación de ascensores se eleve a distancias de más de un kilómetro sobre la superficie terrestre.
El sueño de un ascensor que conecte la Tierra con la Luna está más cerca. Varios países testan ya prototipos que podrían hacer realidad la democratización del transporte extraterrestre. Crédito: NASA.
La conquista del espacio
Incluso de cara al futuro, el ascensor podría abandonar los límites de la Tierra. En 2019, un equipo de científicos afirmaba en un estudio que, con la tecnología actual, ya se puede construir un ascensor capaz de viajar al espacio. Aunque la idea de abandonar el planeta en ascensor tiene siglos de historia, esta nueva perspectiva científica da un giro al planteamiento clásico: el ascensor estaría anclado a la superficie lunar. El científico y escritor Neel V. Patel analizaba en la revista MIT Technology Review algunos de los obstáculos que, sin embargo, siguen siendo claves para el éxito de esta potencial proeza del ascensor. La basura espacial supondría un problema al poder chocarse con la trayectoria fija de los cables del ascensor de la Tierra a la Luna. Además, habría que tener en cuenta factores puramente físicos, como la gravedad terrestre y la densidad de nuestra atmósfera, a la hora de plantear la viabilidad del proyecto.
Lejos de ser un escenario de ciencia ficción, en 2009 la Agencia Espacial Europea (ESA) mostró un prototipo de ascensor o puente espacial y, más recientemente, Japón ha puesto en marcha las pruebas de su propio experimento. Una tecnología como la que plantean los científicos a día de hoy para el potencial ascensor espacial, revolucionaría el transporte extraterrestre igual que cambió Nueva York hace dos siglos: abaratando costes y con un mecanismo de seguridad que permita un flujo frecuente de mercancías y pasajeros.
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