ISABEL RUBIO ARROYO | Tungsteno
Rusia es el primer suministrador de gas de Europa. La invasión a Ucrania, además de infligir daños en decenas de edificios históricos, ha puesto de manifiesto la enorme dependencia de varios países en el mercado global de la energía. El plan de la Comisión Europea para dejar de depender de los combustibles fósiles rusos pasa por mejorar la eficiencia energética, diversificar el suministro y acelerar el despliegue de energías renovables. Analizamos los detalles de esta estrategia y hasta qué punto permitirá a Europa vivir sin el gas ruso.
La gran dependencia del gas ruso
En los últimos años hasta el 60% de las necesidades energéticas de la Unión Europea (UE) se han cubierto mediante importaciones extranjeras. En 2021, la UE importó desde Rusia un promedio de más de 380 millones de metros cúbicos por día de gas por tubería, según la Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés). O lo que es lo mismo, unos 140.000 millones de metros cúbicos en un año. Además de 15.000 millones de metros cúbicos de gas natural licuado. En total, las importaciones de Rusia representaron una cuarta parte del consumo de energía de Europa en 2020.
Varios oleoductos críticos vinculan los mercados energéticos europeos con Rusia. Uno de los principales pasa a través de Ucrania. Ya el año pasado, el gas entregado a Europa a través de los gasoductos ucranianos cayó un 25% y los temores de nuevas interrupciones aumentaron con la acumulación de tropas rusas cerca de la frontera del país. Tras el comienzo de la invasión a Ucrania, el pasado 24 de febrero, las trabas fueron en aumento. De hecho, uno de los mayores temores de Europa es que Rusia cierre la llave del gas. Y ha empezado a cumplirse. En los últimos meses, el país ha suspendido el suministro a Polonia, Bulgaria o Finlandia por no haber pagado las entregas en rublos. En muchos países, se han disparado los precios del gas.
Rusia ha cortado su suministro de gas a países como Finlandia por negarse a aceptar su sistema de pago en rublos. Crédito: BBC News.
De bajar la calefacción a reducir la velocidad en autopistas
Ante este escenario de incertidumbre, la Comisión Europea está elaborando planes de contingencia por si las importaciones de gas ruso se interrumpieran por completo y para acabar con la dependencia de este país. Su plan para lograrlo se llama REPowerEU ("reenergizar la UE") y pasa por ahorrar energía, diversificar su suministro y desplegar rápidamente fuentes de energía renovable. La inversión será de 210.000 millones de euros hasta 2027.
“El ahorro de energía es la forma más rápida y económica de abordar la crisis energética actual y reducir las facturas”, afirma la Comisión Europea. El organismo anima a los países de la UE a iniciar campañas de comunicación destinadas a los hogares y la industria para reducir un 5% la demanda de gas y petróleo con cambios voluntarios de comportamiento a corto plazo (como bajar la calefacción, reducir la velocidad en autopistas o fomentar el uso de la bicicleta). Además, busca introducir medidas fiscales para fomentar el ahorro de energía —como tasas reducidas de IVA a los sistemas de calefacción eficientes energéticamente— y exigir que se diversifiquen los suministros. Para ello, se plantea desarrollar un mecanismo que permita a los países negociar compras de gas de forma conjunta.
La Comisión Europea planea invertir 210.000 millones de euros hasta 2027 para dejar de depender de los combustibles fósiles rusos. Crédito: Comisión Europea.
Un despliegue masivo de energías renovables
Una de las grandes bazas de la UE pasa por acelerar el despliegue de las energías renovables como el hidrógeno, algo que en teoría “acelerará nuestra independencia, impulsará la transición ecológica y reducirá los precios con el tiempo”. Además de duplicar la capacidad solar fotovoltaica para 2025, pretende multiplicar el despliegue de las bombas de calor y fomentar medidas para integrar la energía geotérmica y solar térmica en los sistemas de calefacción comunitarios.
Su estrategia pasa también por “hacer frente a los trámites lentos y complejos de los grandes proyectos de energías renovables”. Matthias Taft, director ejecutivo de BayWa r.e. AG, una empresa que desarrolla proyectos renovables y opera parques eólicos y solares, explica a The Wall Street Journal que mejorar el proceso de permisos para proyectos solares y eólicos a gran escala podría reducir el tiempo necesario para obtener el visto bueno de un nuevo proyecto a seis meses o un año. En la actualidad, según el experto, este proceso suele alargarse cinco años o incluso más.
La Comisión Europea planea duplicar la capacidad solar fotovoltaica para 2025 y acelerar el despliegue de energías renovables. Crédito: Unsplash.
En busca de alternativas viables
Pese a todas estas medidas, dejar de depender de Rusia a corto plazo no parece sencillo. Encontrar fuentes alternativas es un desafío. “Logísticamente, es difícil reemplazar el gas ruso, ya que tenemos estos grandes gasoductos que lo llevan a Europa”, afirma Ben McWilliams, analista de política energética, a Energy Industry Review. Según este portal, las transferencias entre países vecinos por otros gasoductos podrían realizarse con carácter de urgencia, pero el precio sería alto y las cantidades limitadas, ya que se dependería de los acuerdos con sus otros clientes.
En cuanto al petróleo, McWilliams señala que “en teoría debería ser más fácil, ya que no hay tantos oleoductos, algunos vienen de Rusia, pero también hay muchos envíos de otros lugares”. A ello se suma que los miembros de la OCDE tienen 1.500 millones de barriles de petróleo, suficiente para reemplazar las exportaciones rusas durante un año, según explica Maciej Miniszewski, analista en el equipo de clima y energía del Instituto Económico Polaco. El experto subraya que “las reservas de petróleo de emergencia de la UE pueden satisfacer la demanda durante 90 o 100 días”.
La implementación de fuentes renovables lleva tiempo, por lo que hay quienes consideran que a corto plazo no es una solución viable, pero sí podría minimizar la dependencia rusa en unos años. “Hemos visto un énfasis real en el despliegue de tecnología limpia”, sostiene Jules Besnainou, director ejecutivo de Cleantech for Europe. Aún queda un largo camino por recorrer. Alejarse de los combustibles fósiles requiere cambios en todo el sistema energético. Además de que las redes eléctricas tienen que actualizarse y adaptarse para aceptar más energía renovable, se deberían construir estaciones de carga para vehículos eléctricos y redes para transportar el hidrógeno de un sitio a otro.
Habrá que esperar para ver cómo avanza la crisis mundial provocada por la invasión a Ucrania. Existe la posibilidad de que Rusia continúe exportando a Europa el gas, pero también de que el suministro se reduzca aún más o incluso se suspenda —en respuesta a las sanciones económicas o debido al cierre o la destrucción de los gasoductos ucranianos—. Mientras que este conflicto puede ser una oportunidad para que la UE haga de una vez por todas una fuerte apuesta por las energías renovables, Europa también corre el riesgo de salir de una dependencia y entrar en otra.
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