Los científicos en la Antártida se alojan en bases de investigación que en los últimos años se han vuelto más eficientes y estéticas. Crédito: Hugh Broughton Architects.

El reto de construir en la Antártida impulsa la innovación arquitectónica

En el siglo XX en la Antártida, los arquitectos buscaban únicamente resguardar a los científicos del frío. Ahora persiguen otro objetivo de lo más ambicioso: trasladar la estética y la eficiencia energética al continente más frío, pero también el más seco, más ventoso y con mayor altura media del planeta

ISABEL RUBIO ARROYO | Tungsteno

 

En la Antártida la temperatura en invierno es lo suficientemente baja como para congelar el agua constantemente, como indica la NASA. Este continente cubierto de hielo “es demasiado frío para que la gente viva allí durante mucho tiempo”. Si en el siglo XX el objetivo era construir bases prácticas que pudieran resguardar a los científicos, ahora los arquitectos priorizan además otros objetivos que llevan esta disciplina a un terreno inédito.

 

Bases científicas en el lugar más frío del planeta

 

El Tratado Antártico, firmado en Washington el 1 de diciembre de 1959, destinó este continente a la investigación. Los científicos se turnan para visitarlo y hacer sus investigaciones para, por ejemplo, entender mejor el cambio climático, el agotamiento de la capa de ozono y el aumento del nivel del mar. “La región antártica es un ‘laboratorio natural’ inigualable para investigaciones científicas vitales, importantes por derecho propio e imposibles de realizar en cualquier otro lugar del planeta”, afirma el Comité Científico para la Investigación en la Antártida (SCAR, por sus siglas en inglés).

Los científicos se alojan en bases de investigación preparadas para el frío extremo y que en los últimos años se han vuelto más eficientes y estéticas . “Como arquitectos, nos interesa la comodidad de la gente, así que nos propusimos crear un tipo de ambiente propicio para el bienestar”, explica a The New York Times Emerson Vidigal, director de Estudio 41, un despacho brasileño de arquitectura que ha diseñado la base de investigación Comandante Ferraz.

 

Algunos arquitectos priorizan la estética y la eficiencia energética en las bases científicas más modernas. Crédito: Estudio 41.

 

Construcciones más estéticas y sostenibles

 

La estación de investigación Comandante Ferraz de Brasil fue elogiada por The New York Times como algo que "podría ser confundido con un museo de arte o un hotel boutique". Fue diseñada por los arquitectos de Estudio 41, después de que en 2012 su antecesora fuera destruida por un incendio que tuvo lugar en la sala de máquinas. Sus creadores afirman que en determinados lugares “pensar en un edificio es casi como construir una prenda, un artefacto que protege y reconforta”.

“Este es un problema de desempeño tecnológico, pero que debe combinarse con la estética”, aseguran. Dicha estructura está formada por varios bloques: uno superior que alberga los camarotes y un comedor, uno inferior, con laboratorios y áreas de operación y mantenimiento y otro transversal en el que se sitúan una sala de video, una sala de reuniones y videoconferencias, una biblioteca y un salón. Además, cuenta con paneles fotovoltaicos y aerogeneradores.

Entre estas estructuras, destacan algunas con un diseño atractivo y un toque futurista. La base Halley VI está montada sobre esquís de acero gigantes y patas accionadas hidráulicamente que permiten que la estación "trepe" y se eleve sobre la nieve cada año y pueda moverse. Está formada por varios módulos azules que cuentan, en su interior, con dormitorios, laboratorios, áreas de oficinas y centros de energía. Un módulo rojo más grande, de dos pisos es, en palabras de sus diseñadores, el corazón social de la estación y se usa para cenar y divertirse. “El diseño interior inspirador proporciona un entorno edificante para sostener a la tripulación durante los largos y oscuros inviernos, lo que ayuda a combatir la influencia debilitante del trastorno estacional afectado (un tipo de depresión que va y viene con las estaciones)”, señalan desde Hugh Broughton Architects, la empresa diseñadora.

 

El módulo rojo de la base Halley VI está pensado para cenar y divertirse. Crédito: Hugh Broughton Architects.

 

Mientras que algunos arquitectos diseñan estructuras nuevas, otros tratan de modernizar las existentes. Es lo que ocurre con McMurdo, la estación más grande de Estados Unidos, que se inauguró en 1956 como una base naval temporal y que ha crecido hasta abarcar más de 100 edificios. El proyecto de Modernización de la Infraestructura Antártica para la Ciencia (AIMS) aspira a mejorar su eficiencia energética y reducir los costes de operación y mantenimiento. Algo especialmente importante, según Alexandra Isern, directora del Departamento de Ciencias de la Antártida de la la Fundación Nacional para la Ciencia: “Cuanto más gastamos para mantener en funcionamiento el edificio, menos recursos tenemos para mandar a los investigadores al área”.

 

Los desafíos de construir en la Antártida

 

Para construir este tipo de bases, hay que afrontar varios desafíos. Christopher Robert Lloyd, supervisor de sitio de la firma danesa de arquitectura e ingeniería Ramboll y que actualmente trabaja en una nueva instalación de apoyo científico en la Antártida en la Estación de Investigación Rothera, explica que “no existe un laboratorio polar 'estándar' del cual copiar; y además el edificio debe incorporar una torre de control de aeronaves, un garaje para quitanieves y motonieves, e instalaciones para producir agua dulce y electricidad para toda la estación. No hay muchos edificios en el mundo que puedan hacer eso, o algo similar”.

Además, la estación tiene que ser completamente autosuficiente y capaz de adaptarse a cualquier necesidad: “Un taller de campo puede tener que funcionar como comedor un año o, en el peor de los casos, un hospital de campaña”. A ello se suma que en la Antártida no resulta fácil construir utilizando materiales que se encuentran en el entorno. En un lugar sin árboles ni arbustos, casi todas las bases se construyen con elementos prefabricados que se ensamblan en el lugar.

 

Las bases científicas se construyen principalmente con elementos prefabricados y aspiran a ser autosuficientes. Crédito: Estudio 41.

 

Los arquitectos han buscado la forma de superar todos estos desafíos y construir en un entorno único. Bert Buecking, socio del estudio bof architekten, cuenta a The New York Times, que en poco tiempo se ha producido un cambio radical en el enfoque de estos proyectos. “Cuando Reino Unido construyó la base Halley VI, muchos países se dieron cuenta de la importancia de hacer algo especial, y no sólo hacer algo”, concluye.

 

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Tungsteno es un laboratorio periodístico que explora la esencia de la innovación. Ideado por Materia Publicaciones Científicas para el blog de Sacyr.

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