ANTONIO LÓPEZ | Tungsteno
Durante más del 99% de la historia de nuestra especie, los humanos nos hemos desarrollado biológicamente como respuesta adaptativa ante las fuerzas naturales, y no ante un entorno artificial como el que nos rodea ahora en nuestra vida cotidiana. Con este bagaje, es más sencillo comprender por qué ahora diseñadores, psicólogos y arquitectos defienden la creación de espacios con elementos naturales integrados para mantener así nuestro vínculo inherente con la naturaleza.
El concepto de biofilia (una traducción del griego “amor por la vida”) fue acuñado por el filósofo humanista Erich Fromm en su libro El corazón del hombre (1966), pero es al prestigioso naturalista y también filósofo Edward O. Wilson a quien se le atribuye la popularización del término en la década de los 80. La biofilia es un concepto joven, pero basado en una evidencia muy antigua: los humanos necesitamos la conexión con el mundo natural, algo que ahora la ciencia está corroborando desde muy diferentes perspectivas.
La psicología ambiental explora los fundamentos científicos del diseño biofílico a través de dos teorías: la Teoría de Restauración de la Atención y la Teoría de Recuperación del Estrés, que apuntan en la misma dirección: algunos entornos (naturales) pueden ayudar activamente a las personas a recuperarse física y emocionalmente. Seguir las pautas del diseño biofílico en una habitación de hospital, por ejemplo, acelera la recuperación del paciente, lo mismo que las vistas al exterior, tal y como confirma un estudio publicado en la revista Science. Contar con elementos naturales (como la luz) en espacios de trabajo sirve a los trabajadores para estar menos estresados. Un estudio de la Universidad Northwestern certificó que trabajar en una habitación con luz natural puede aumentar la productividad, mejorar el estado de ánimo y la calidad de su sueño. Incluso se ha comprobado que el gesto aislado de observar un paisaje natural durante varios segundos produce efectos beneficiosos para nuestro cerebro.
Según las últimas investigaciones, los espacios naturales en los entornos de atención médica pueden acelerar la recuperación de pacientes. Crédito: Altro.
Deconstruir el zoológico para reconectar con la naturaleza
Las primeras aplicaciones prácticas de la biofilia se remontan, curiosamente, a los espacios más radicalmente artificiales creados por el hombre: los zoológicos. Cuando la psicóloga Judith Heerwagen era todavía estudiante y trabaja en el zoo de Seattle, a principios de los 90, se empezaron a rediseñar las jaulas de los grandes primates, que tenían un comportamiento más agresivo y antisocial que los que sí tenían espacios con más elementos de su medio natural de origen.
Resulta que los humanos, al igual que los nuestros parientes más cercanos, estamos mejor, más tranquilos y más sanos, en aquellos espacios que nos permiten conectar con la naturaleza. Por ejemplo, un estudio de la Universidad de Aarhus (Dinamarca) determinó que cuando los niños viven rodeados de espacios verdes, las probabilidades de que desarrollen trastornos mentales en su vida adulta disminuyen en un 55%. Las plantas también son beneficiosas en el entorno laboral, tal y como han demostrado psicólogos de distintas universidades americanas, que han podido demostrar cómo reducen el estrés y aumentan nuestra capacidad de tolerancia al dolor. También se ha demostrado que rodearse de imágenes de agua e incluso, del propio sonido de la corriente tiene efectos reconstituyentes. La vista de la vegetación desde una ventana también tiene efectos beneficiosos para el bienestar de los ocupantes de un espacio interior.
Se ha demostrado que el contacto con lo natural en los espacios de trabajo favorece la reducción del estrés. Crédito: Construcía.
Según explicaba el biólogo Edward O. Wilson en su libro Biophilia: the human bond with other species, los beneficios del contacto con la naturaleza a menudo dependen de la experiencia repetida, por lo que nuestra inclinación instintiva a estar rodeados de naturaleza debe nutrirse para seguir siendo funcional. Dado que el estadounidense promedio pasa el 90 por ciento de su vida en interiores, incluir el diseño biofílico en el entorno tendría resultados significativos para su salud. Aunque en todas las culturas no se mantiene este porcentaje, lo cierto es que en todas las áreas urbanas y en la mayoría de edificios, estamos rodeados de un entorno artificial y relativamente nuevo.
En un planeta cada vez más poblado y con ciudades más grandes, el diseño biofílico abre la puerta a un nuevo nivel de conexión con la naturaleza a escala urbana. Las ciudades biofílicas, asentadas sobre las mismas bases científicas que el diseño de interiores, serán además sostenibles y resilientes, dos cualidades fundamentales para afrontar los desafíos urbanos del siglo XXI. Incorporar elementos naturales en la planificación urbana más allá de las zonas verdes, ya es el camino que siguen algunas urbes en su transformación dentro de los principios de la economía circular. Pero vivir en una ciudad conectada con la naturaleza tiene repercusiones no solo a nivel económico: mejora la calidad de vida de sus habitantes, su estatus económico y su salud física y mental, gracias a los beneficios que este contacto con lo natural tiene en nuestro cerebro. Y, además, ayuda a mitigar los efectos del cambio climático.
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